El día después

El día 20 de noviembre del 2005 era un día como otro cualquiera. Como cualquier viernes, fue un día de trabajo normal. Lo que hacía un poco más especial aquel día es que se acercaba el fin de semana y podría ver a Lorena. Como cada viernes al mediodía la llamé para quedar cuando saliera por la tarde de trabajar y poder vernos un rato. Recuerdo que aquel viernes Lorena estaba resfriada y no se encontraba muy bien y estuvimos hablando que mejor sería vernos el sábado, pero al final, después de insistir mucho por mi parte, quedamos en vernos ese mismo viernes por la tarde.

Recuerdo que fue un día lluvioso y frío. Muy desagradable. Al mediodía dudé si llevar la moto o el coche, para luego desplazarme hacia Parets del Valles (por entonces yo vivía en Barcelona y ella allí). Siempre que tenía dudas, me acababa por decantar por la moto ya que siempre me había gustado mucho ir en moto. Me tranquilizaba, disfrutaba mucho conduciendo sin prisas.

Hacia las 8 de la tarde más o menos me encontraba yo en Montcada i Reixac, a escasos kms ya de mi destino. Era ya de noche, hacía frío y este es el último recuerdo que tengo de aquel día: estar parado debajo de un semáforo en rojo y ajustarme tanto la chaqueta como los guantes porque tenía frío. Semáforo en verde y despacio hacia mi destino. No tenía ningún tipo de prisa.

Entre Montcada y Mollet hay un tramo de autovía que es una recta muy larga (unos 2 kms). Según el atestado y los testigos (a partir de aquí yo ya no me acuerdo de nada), yo iba a la velocidad correcta, había coches adelantándome y todo era completamente normal hasta que apareció lo que los testigos calificaron como un kamikaze. Un coche sin luces (hay que recordar que era plena noche y el tramo en cuestión no está iluminado) apareció de la nada a gran velocidad. Parece ser que intentó pasar entre un coche que me estaba adelantando correctamente y yo, cuando estábamos en paralelo. Tocó mi rueda trasera, perdí el control de la moto…y se hizo la oscuridad.

A partir de aquí no tengo constancia de nada hasta que despierto, casi un mes después.

Todo lo que pasó durante este mes lo sé por lo que me han contado familiares, amigos, doctores, enfermeras…y si para mí fue duro, para ellos quizás lo fue incluso más.

El parte médico fue desastroso: brazos y piernas rotos por varios sitios cada uno de ellos, antebrazo derecho reconstruido (golpeé la viga de un guardarrail) …y lo más grave: pérdida masiva de sangre. Llegué prácticamente desangrado al hospital y lo más inmediato fue hacer una transfusión de sangre masiva y de ahí pasar al coma inducido y a la UCI. Debía de estar vigilado las 24 horas del día, y dormido para estar totalmente tranquilo y evitar sobresaltos. El peligro de un ataque al corazón o cualquier problema cardíaco relacionado era muy alto. Parece ser que hubo algún amago, pero poco a poco la situación se normalizó y desperté del coma. Se comprobaron que no hubo daños neuronales (el casco aguantó el impacto contra el guardarrail) y recobré la consciencia. Me dejaron bien claro los traumatólogos que, si no hubiera llevado un buen casco, una buena chaqueta, guantes, pantalones, etc…estaría muerto solo por el hecho de haber estado 300 metros arrastrándome por el asfalto.

Para mí solo pasó una noche, y en realidad pasó casi un mes.

Desde el momento de despertar en la UCI me hice consciente de mi estado. Lo primero que intentaba es tener información, pero por mucho que preguntara me la daban en pequeñas dosis. Las escasas visitas siempre acababan en lloros cuando me veían totalmente enyesado y con aparatos a mi alrededor.

Aquí justo en este momento empieza lo que para mí fue el peor calvario de todo el accidente: hacerte a la idea de que todo había cambiado. Mi mano derecha estaba dormida (ya nunca recuperó la movilidad), mis piernas enyesadas, mi brazo izquierdo enyesado y muy dolorido…Pasarse el día en la cama mirando hacia el techo en una habitación con la ventana cerrada y la persiana bajada, sin saber si es de día o de noche, es una auténtica tortura. El tiempo simplemente se había detenido en medio de un mar de desesperación y dolor. Lo mejor que pasaba en la UCI es que frecuentemente me sacaban para llevarme a quirófano para operar (había una larga lista de operaciones por delante). Así, con un poco de suerte, el quirófano estaba lejos y veías el sol, sentías el aire, alguien te hablaba como si fueras una persona normal…

Solo tengo palabras de agradecimiento hacia todo el personal sanitario que me atendió, pero recuerdo aquella etapa como especialmente dura.

La última intervención que hicieron fue intentar reconstruir las rodillas, las cuales estaban literalmente destrozadas. Lo mejor de aquella operación era que luego me pasaban a planta. Tendría un compañero, televisión, visitas a todas horas…tenía muchas ganas de salir de la UCI.

Y así fue. Pasé a planta. Tuve 26 compañeros de habitación durante toda mi estancia allá. Gente que se operaba, se recuperaba y se marchaba. Pero el que siempre me quedaba en la cama 242 era yo. La recuperación fue muy lenta. Primero fueron 6 meses de cama esperando que las rodillas y demás placas que llevaba por todo mi cuerpo se asentaran. 6 meses en los que no pude ducharme ni ir al lavabo. Completamente inmóvil, con piernas y brazos enyesado en la cama. Siempre estuve acompañado y la verdad es que se hizo una estancia bastante corta. A partir de ahí, pasé a rehabilitación. El objetivo era volver a andar, si pudiera ser sin ayuda ni de muletas ni de bastón. Y eso costó tiempo y esfuerzo. En concreto un año entero de fisioterapia de lunes a sábado mañana y tarde. En todo este tiempo también se alternaban operaciones en la mano derecha, en el codo izquierdo…en muchas partes que quedaban por remendar.

Al final, después de más de un año y medio de hospitalización me dieron el alta. Durante todo el tiempo que estuve en el hospital intenté ser muy positivo y optimista. Los problemas vinieron cuando salí de allí.

Lo primero que pasó al salir de allí fue algo que por desgracia me temía. Después de 7 años trabajando en una empresa, de visitarme en el hospital mis jefes, compañeros, etc…pasó lo que suele pasar en estos casos: te despiden al darte el alta. Ante un empleado con una baja de larga duración, buscan a un sustituto que cobra menos y si más o menos funciona, resulta que eres prescindible.

Otro problema relacionado con el accidente que empiezas a notar es la soledad. Tienes amigos, tienes pareja…pero tienen que trabajar y no están disponible las 24h para ti. Te sientes solo y encajar que esa “evolución” en tu estado físico que se da durante la fisioterapia ha acabado y tienes que asumir que quedan secuelas es difícil. Al pasar mucho tiempo solo, la cabeza da muchas vueltas…y no para bien.

También aparecen temas relacionados con la justicia: búsqueda del coche que se dio a la fuga, contratar a una abogada, tribunales médicos…es todo un mundo del que no tenía ni idea de cómo funcionaba y me costó mucho hacer frente.

Todos estos problemas desembocaron en algo normal: una depresión. Mi forma de ser cambió. Pasé a ser una persona permanentemente amargada y malhumorada. Mi mujer ya por entonces se dio cuenta y decidió que o buscábamos ayuda o bien que cada uno siguiera su camino. En un principio me mostré reacio, pero acepté no de muy buena gana ponerme en manos de una profesional de la psicología.

Fue duro, pero puedo decir (y lo corrobora mi mujer) que me parezco algo al que era antes del accidente después de la terapia.

Desde la perspectiva que da el tiempo que ya ha pasado, puedo sacar algunas cosas claras después de esto. La primera es que un hecho como un accidente de tráfico grave tiene secuelas a todos los niveles: psicológicos, físicos, laborales, sociales…Hemos de ser consecuentes de que nada volverá a ser como antes e intentar lidiar con ello de la mejor forma posible. No hay que tener vergüenza ni ser tan vehemente como para admitir que necesitas ayuda, a todos los niveles. También hay que convencerse de que el tiempo no lo cura todo, pero te enseña a convivir con las secuelas del accidente, al mismo tiempo que los que te rodean se hacen a la idea de tus nuevas particularidades (en mi caso movilidad nula de una mano, dificultad para caminar, dolores…). Todo cambia, y aceptarlo buscando ayuda, ocupaciones, inquietudes, etc. para paliar ese dolor y esos cambios que llegan a nuestra vida tan de repente, depende de nosotros.

Escrito original de nuestro socio: R.R.C.